Disecando Asesinos
Ya para las diez me había quedado sola. Los demás salieron a sus cosas. La casa se siente grande cuando estoy sola aquí, es prácticamente un palacio. Los audífonos blancos descansan sobre la mesa, junto a mi café. Le doy un sorbo largo, saboreando la amargura, antes de colocar las bocinas sobre mis oídos y empezar mi pequeño ritual. Mis alrededores son ahora inaudibles. Por ahora no hay nada afuera más que mi café.
Es miércoles. El nuevo episodio de Disecando Asesinatos me está esperando, pero me tomo un rato agarrando el celular, abriendo el episodio. Disfruto el silencio sepulcral de los audífonos osciladores. Me termino mi café mientras leo la descripción del episodio. ¡Una mujer asesina! No hay muchas de esas.
“Bienvenida, bienvenido de vuelta a Disecando Asesinatos. Soy Dante, su forense de confianza…
Qué buena voz tiene.
…y cómo siempre me acompaña Pandora.”
Ella también me cae bien. Ojalá hablara más.
“Hoy les estaremos contando el caso de la Bruja en la cocina, una asesina en el hogar. ¿Qué te parece Pan?” “Suena bien.” “Bueno, pues comenzamos.”
No empieza hasta después de que agradecen a los patrocinadores. Mientras, yo levanto mi taza y lavo los trastes del desayuno, tallando los restos de huevo quemado adheridos celosamente a la cazuela. A esos niños les tengo que enseñar a cocinar, ya están grandes como para que les haga todo. ¿Qué querrán de comer hoy? ¿Pollo? No, eso cenaron ayer. Mejor una pasta. ¿Dónde dejé la receta esa que le choca a mi calvito? Que al cabo ni va a venir a comer. Disque mucha chamba. ¿Tengo todo?
“Imagínate Pan, crecer con ese tipo de papás, en ese tipo de familia que lo único que espera de ti es que te cases y los cuides. ¿Qué le hace eso a una psique tan joven? Quién sabe, pudo haber sido una prodigio o dedicarse a algo más con su vida, ¿no?” “Sí.” “Bueno pues tal como ellos querían, terminó casándose recién acabó sus estudios.”
No creo que tenga que salir, con esto de crema alcanza. Si no ya veré con qué la rebajo. Trastes, ya. Comida, ya. ¿Tendieron su cama los niños? ¿Tendí la mía? Hay que poner el ejemplo, si no cómo espero que aprendan.
“Y cómo es de esperar a los dos meses ya estaba esperando a su primer hijo, ¿cómo vez?” “Qué mal.” “Tú lo has dicho. Este sería el primero de tres hijos, todos varones.” “Bueno, la han de consentir mucho ¿no?” “Pues ni te creas que tanto.”
Debería cambiar la colcha. Esta ya está vieja, la tenemos desde que nos casamos y eso fue hace sabe cuánto. Quién sabe. Le voy a comentar a mi calvito. Pero es que ha estado de tacaño. Tanta chamba y nada de un aumento que ni qué. Me parece que hasta llega con menos. Igual le voy a insistir. No me puede ignorar, es un regalito para los dos. Que feo se siente el piso, está todo polviento. ¿Trapee ayer? No, ya no me dio tiempo.
“Pero obviamente ya se las olía, si no está pendeja. Bien pudo haber sido una prodigio como dices.” “Quién sabe Pan. Ya con tres hijos malagradecidos, ningún trabajo ni prospecto laboral. Nomás está sola en su casita haciendo el quehacer con los audífonos puestos. Yo creo que eso sí te ha de desconectar de la realidad.” “Pues sí, puede que tengas razón. Que triste. Pero la neta la intuición de una mujer es una chingonería.”
Esa Pandora y sus palabrotas. ¿Por qué no se expresa de una manera más soberbia, cómo Dante? ¿Por qué mis hijos son igual de malhablados? Ha de ser cosa de la generación. La juventud de hoy ya no le tiene respeto a nada, mucho menos a sus padres.
Ando trapeando en círculos. A ver, ya pasé por la recámara de Marcos, la de Ian y Gabo, ¿empecé por la mía?
“A mi se me hace una reacción muy lógica Pan. Si te sientes sola, si todo tu trabajo pasa desapercibido y aparte todo el esfuerzo que le metes se borra en dos días… Es cuestión de tiempo antes de que te enojes. Y del enojo al instinto homicida es cuestión de tiempo. ¿O no Laura?”
Que razón tiene Dante. Es horrible ver cómo mi labor se disuelve tan pronto llega Gabriel de su práctica de futbol con sus tacos todos puercos, enlodados. Que irritante es ver a Marcos cocinar con cada olla y utensilio en la cocina sabiendo que él no va a limpiar ni uno. Y mi calvito, que cada día llega más tarde y apestoso a perfume. Sin dinero, ni cumplidos, ni regalos, sin amor. ¿A quién cree que engaña ese imbécil?
“Tú puedes hacer mucho más, ser mucho más que esto.” “Hazlo Laura.”
Tienes toda la razón Dante. Debo hacer algo, voy a hacer algo. Ya sé con qué voy a rebajar la salsa, y si le pongo más albahaca y piñones ni notarán el olor a pino.
“Muy bien Laura. Tienes buen sazón, nadie se dará cuenta. Nadie sabrá nunca lo que pasó. Un accidente.”
Claro. ¡Claro! Será tan fácil de esconder. Además la primera en probarlo seré yo.